Porque
quiero que sepáis cuán gran lucha sostengo por vosotros, y por los que están en
Laodicea, y por todos los que nunca han visto mi rostro; para que sean
consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de
pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de
Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del
conocimiento.
Y esto lo
digo para que nadie os engañe con palabras persuasivas.
Porque
aunque estoy ausente en cuerpo, no obstante en espíritu estoy con vosotros,
gozándome y mirando vuestro buen orden y la firmeza de vuestra fe en Cristo.
Por tanto,
de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él; arraigados y
sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados,
abundando en acciones de gracias.
Mirad que
nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las
tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según
Cristo.
Porque en él
habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos
en él, que es la cabeza de todo principado y potestad.
En él
también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de
vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; sepultados
con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante
la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos.
Y a
vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne,
os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los
pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que
nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y
despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente,
triunfando sobre ellos en la cruz.
Por tanto,
nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva
o días de reposo, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el
cuerpo es de Cristo.
Nadie os
prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles,
entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente
carnal, y no asiéndose de la Cabeza, en virtud de quien todo el cuerpo,
nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el
crecimiento que da Dios.
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